“Más” líneas rojas

18 06 2011

Contribuir a la gobernabilidad desde la izquierda pasa por convertir movimientos ciudadanos en procesos con más participación

Según el conservador Artur Mas, en el sistema democrático sirven para delimitar hasta dónde se puede llegar. Es cierto. La violencia deslegitima cualquier deseo de cambio. También, el lenguaje violento que atribuye a Rubalcaba una competencia que es de Mas y de sus Mossos. Culpan a los indignados hasta de una cacerolada que los hosteleros de Chueca, a quienes Gallardón no les deja abrir de madrugada, le dieron junto a su familia con injusticia bestial. Es el alcalde de la ciudad más endeudada de España y la Policía Local debe protegerlo. El TDT Party se encarga cada noche de violar el verso y los pendulazos tienen consecuencias: si la derecha cede al populismo y al nacionalismo, la izquierda, o una parte, puede ceder a la formación de movimientos radicales. Si la derecha exalta la globalización del mercado y no de los derechos, parte de la izquierda se desliza hacia el rechazo, aun violento, de la globalización. Sólo si la derecha y la izquierda tienen perspectivas de gobierno o temores de perderlo tratarán de conducir estos procesos. Es el equilibrio necesario que sustenta al sistema menos malo de los conocidos.

Trasladar a las palabras de Ortega y Gasset pronunciadas en 1937, cuando España se mataba -«Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil»-, podría abonar aún más el campo para que tecnócratas o populistas tomen las riendas. Los primeros no podrán presumir más de tener respuestas para la crisis que generó la política financiera y de suelo desde 1997; los segundos atacan con listas abiertas. No hablan de listas ‘cerradas y no bloqueadas’ para que el ciudadano elija dentro de unas siglas, más democráticas incluso que para el Senado. Dibujan con trazo negro la puerta para que algunos tertulianos, o financieros de esas tertulias, se cuelen de rondón sin más control que el de su ego. Luego, cubiertas sus ‘expectativas’ individuales, culparán a los demás del hundimiento de ‘la patria’ para que, ante el caos, otros defensores de esa unidad nacional solucionen por la tremenda el desaguisado. Los populistas, lejos, más ricos; y los demás, aquí, llorando más tragedias. En Italia, intentan interrumpir el proceso. Berlusconi abraza ahora la xenofobia como huida desesperada a su inminente derrota tras la unión de ‘las izquierdas’, hoy tan diversas como heterogéneas.

Ser de izquierdas para mantener el estado del bienestar puede parecer heroico, ante la avalancha neoliberal, pero no se aleja de otra posición conservadora. La solución no es eliminar los movimientos ciudadanos o encerrarse en los efectos perversos de la globalización. Contribuir a la gobernabilidad desde la izquierda pasa por convertirlos en procesos comunitarios con más participación ciudadana y la globalización en energía positiva que vivifique la democracia y los sistemas económico-sociales en el mundo. En definitiva, trazar más líneas rojas que nos salvaguarden de una amenaza que siempre estuvo y aflora cada noche en el televisor para salvaguardar todavía más a un sistema que necesita de la convivencia entre izquierdas y derechas. El tablero de la democracia.

Diario HOY, 18 de junio de 2011.

Libro: “Derecha e izquierda: Razones y significados de una distinción política”. Autor: Norberto Bobbio. Taurus. Madrid, 1995. 187 pags. 

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