La mina San José es icono de la esperanza porque antepuso las personas a cualquier otro criterio
Cada minero que salía del pozo San José y se liberaba de 622 metros de arena del desierto de Atacama sobre su cabeza era recibido por banderas y gritos de Chile. Internet globalizó los 69 días de encierro involuntario y 33 biografías de los atrapados. Todos ansiaban el final feliz. No faltaron ni el presidente Piñera ni Evo Morales a la cita retrasmitida para la humanidad. Detrás del orgullo patrio, reforzados porque se produjo en la corporación pública del cobre, todo un Estado representado por ingenieros, bomberos, médicos, psicólogos, ministros y embajadores solicitó cooperación a la NASA para diseñar la cápsula salvadora, y movilizó recursos y voluntades para llegar a ese final feliz. Cánticos y banderas encierran, sobre todo, el orgullo de una comunidad que colabora para tal grado de solidaridad: desde el que paga los impuestos para sostener el tinglado público hasta quien bajó a por ellos. Eso es el Estado. La materialización en una red protectora de una nación política, de una comunidad que pacta su interés general. Meses atrás, México no pudo rescatar otros mineros sepultados, ni la administración Bush tenía un polideportivo público para albergar a los damnificados del Katryna.
“La gran riqueza de Chile no es el cobre, son los mineros”, dijo Piñera a los pies del campamento Esperanza mientras los recibía, ya a salvo. Otra Esperanza dice compartir aquí la filosofía política del Tea Party, la rama más ultraliberal del republicanismo norteamericano: “menos impuestos, menos intervención del Estado y más nación”. Es decir, que en caso similar, Dios nos coja confesados. Es la antítesis del predominio de las personas. Si se leen los presupuestos sólo como inversión de infraestructuras, y olvidamos los recursos para que las pensiones suban un 14% en los últimos seis años; se incrementen becas; veinte mil dependientes extremeños con cobertura; no paguen medicamentos los jubilados pobres ni ricos; los autónomos tengan prestación por paro y baja laboral… Incluso que, en siete años, se aporten extraordinariamente 425 millones de euros en planes de empleo para amortiguar el fin del monocultivo de la construcción, será que no anteponemos las personas al asfalto.
En el polígono sevillano de San Pablo se levantan viviendas protegidas similares a otras de Extremadura. En sus paños lisos, grises, de hormigón, 40 artistas de 20 países llevan seis días pintando un mural en cada uno de esos lienzos. Arte comprometido, en la calle, retratando valores como los objetivos del milenio (educación, igualdad, lucha contra el hambre …) que provoca una reacción de felicidad y autoestima entre los vecinos. Ninguno de los autores ha cobrado. Murales y esculturas de Claesson o Sarantitis, algunas de cuyas obras valen más de setecientos mil euros, forman parte del tesoro que incluirá a ese barrio de trabajadores en los circuitos turísticos de la ciudad. Calculan que un millón de turistas en tres años. Generará empleo. Enriquece la imagen urbana y la convierte en una ciudad más global sin tener que pasar por desgracias: “Dijimos que no nos íbamos a rendir y no nos rendiremos”, se conjuraron los mineros allá abajo, la gran riqueza de Chile. El destino de su campamento será también turístico: la esperanza de la mina San José, la que antepuso las personas a cualquier otro criterio en 69 días de verdadera crisis vital.
Diario HOY, 16 de octubre de 2010
Libro: “Estado, gobierno y sociedad: por una teoría general de la política”. Autor: Norberto Bobbio. Fondo de Cultura Económica, 2006. 243 pags.
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