Como una reina

18 07 2010

El Senado aprobó el último trámite para que los autónomos puedan cobrar hasta seis meses de paro

A varias generaciones de extremeños las curtió el comercio. A las extremeñas, también. Como dependientes y modistas. Plasencia con los Fuentes, Cáceres y sus Requetés; Mérida y los almacenes Las Heras; Don Benito y las tiendas Pavo; en Almendralejo, los Díaz; en Badajoz, los Cancho, o los Hormeño y Ruiz… Antes de las grandes superficies, sus dependientes y empleadas se hicieron autónomos porque se lo veían venir. Vieron en nuevos negocios su salida como asalariados de un sistema demasiado paternalista. Querían convertir a sus mujeres, modistas cuando fueron novias, en las reinas de su casa. Se hicieron autónomos y funcionaron como representantes, distribuidores o montaron un pequeño negocio entre ambos, en el mismo barrio que les vio crecer. Los otros, engrosan hoy la columna vertebral de las cadenas comerciales y son los maestros en el arte de vender, del que la necesidad hace virtud.


El miércoles, pleno del Senado, se aprobó el último trámite para que esos autónomos puedan cobrar hasta seis meses de paro. Eran, junto a alcaldes y concejales, el único colectivo sin cobertura en esta España social y democrática. Para los económicamente dependientes y para los que desarrollen actividades con mayor riesgo de siniestralidad, esta ley les faculta hasta cobertura por accidentes de trabajo y enfermedades profesionales. Antes, cuando el autónomo parecía no contribuir -o no necesitar ayuda- si enfermaba, paraba en su actividad y, convaleciente, seguía cotizando para no perder la atención sanitaria. Son casi ocho millones de españoles. En Extremadura, pese a la crisis, hay casi 78.000, un 0,3% menos que hace un año, aunque por debajo de la reducción en medio punto que ha sufrido España. Los que se jubilaron cotizando lo mínimo en un país que los desamparó, vadean los años de descanso con poco más de 680 euros al mes.


La aprobación de la ley pasó tan silenciosa y eficaz como la Reina en el palco del Moses Mabhida, en Durban, cuando Puyol nos metió en la final ese mismo día. Con la paciencia de quien midió gestos y palabras para conciliar simpatías entorno a ese traje rojo y el pañuelo gualda -tan distintos a los de la canciller alemana, Ángela Merkel, tres días antes- Doña Sofía sonreía porque sabía el significado de la victoria: la ‘furia’ en un catalán; el orgullo devuelto a un pueblo asaeteado por chismes interesados por el dólar y el euro; creación frente a máquina; el corazón encima de esas tallas, que reducen las razas a un simple juego… Al despedirse de los jugadores se acordó de sus nietos, de España: «Es maravilloso», dijo. En su república independiente, mi madre -la reina en los sueños para un autónomo del comercio, capaz de renunciar a sus vacaciones para que hoy escriba en este diario- vio también sonreírnos esa noche del miércoles: «Anda, tómate un cubatita, que la ocasión lo merece» -espetó. «No -dijo el jubilado. Mañana tenemos cita con el médico… A ver si me va a mandar un análisis». Ojalá hubiera estado ese miércoles marcándole un gol al destino: en el Senado, o a la salida de un córner. Aquella sonrisa era la de su misma Majestad cuando le dio la mano a todo un país que se quedó en paños menores ante la oportuna elegancia que tienen las reinas al transitar, casi sin hacer ruido.


Diario HOY, 10 de julio de 2010

Libro: “La distribución comercial”. Autor: José Mª Sainz de Vicuña Ancín. ESIC Editorial, 2001. 495 páginas.

Sitio recomendado: Senado de España. Madrid


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